jueves, febrero 07, 2013

Un vistazo a mi sonrisa


Por cierto, ya no creo que nadie lea mucho de este blog, en tal sigue siendo un refugio público y fiel de mis cosas, se los resumiré en pocas palabras por que no se trata de lo que quiero hablar: Renuncié a trabajar más en mi alma mater UTP por razones de integridad, trabajé en IMASEN como flamante Jefe Nacional de Investigación de Campo y hasta cierto punto esto hubiese sido bueno, si no fuera porque se presentó poder desarrollar mi profesión en un pueblo con un escenario sui generis del interior de nuestro país, lugar de donde escribo, y que aunque realmente le grupo humano represente un reto (ohmmmmm…) en realidad no me canso de aprender tantas cosas que sé que están tan alejadas de Lima y de todo lo que conocemos por las historias que alguien le conto a alguien que nos contó. Por ese lado estoy realmente feliz. Claudia por estos días lamentablemente es una incógnita, aunque en estos 3 años de relación definitivamente no deja de ser una sorpresa en mi vida.

Vamos a la vena. Este retiro a 3700 m.s.n.m. me ha dado muchísimo que pensar sobre mí, y aunque es una experiencia reparadora para muchas áreas de mi alma, en realidad también resulta una confrontación con todo lo que tengo y lo que me dejé de mí.

Hace unos días estaba pensando en por qué soy tan hígado fuera de la genética que me dejó mi padre (que no es precisamente la persona más risueña del mundo cuando esta féliz) y mi madre que aunque risueña no acostumbra llorar sino encorajarse ante cada tristeza; sino más bien porque este David no se cree ni su sonrisa, y cuando la cree solo se da cuenta que solo es eso: una sonrisa, que las veces que he sido feliz en realidad ha sido alejado de todo o sencillamente celebrando un triunfo en silencio.

Más profundo aún, me dedique a analizar cuando soy feliz actualmente después de aquel fatídico revés en mi vida, y en realidad a la par de serlo con pocas personas en realidad, me queda la incógnita de sentir que no es igual y de igual manera apreciarlo tratando de escapar de la soberbia de calificar la felicidad que me da Dios. Sin embargo, la felicidad en algún momento de mi vida se disgregó de la alegría y se convirtió en una invitación al silencio y a la sonrisa que aunque no es como la de antes, se hace sentir más propia de la razón o de la consciencia, valga decir que la felicidad mística queda totalmente fuera del caso. Y por qué no decirlo aquellas sonrisas de la memoria que nace entre las calles solitarias, que suelen ser tan íntimas y satisfactorias.

El motivo de esta entrada es en realidad la sensación en ese momento y hasta la fecha, y que sacando cuentas a grandes rasgos, el sentimiento más apasionado que tengo se llama: Melancolía, no entiendo cómo es que este sentimiento se ha anidado tanto en mí, y como es que tengo tanta música que siento plagado de este, no logro recordar adonde me haya llevado este sentir más que alguno que otro error, pero más que esto me extraña que aún siga tan enraizada por más que me esfuerce en rasparle la añoranza.

En conclusión, no me logro entender totalmente, venir aquí me permite saber que hay muchas personas que puramente gozan con el dolor de la melancolía, venir a Challhuahuacho me ha enseñado que tengo dos felicidades, una con sonrisa incógnitas y otra con lágrimas desconocidas por mí, intrigante, pero he decidido respetarlo en mí controlando el antojo por algún aditivo espirituoso.

De lo de antes hay mucho que hablar, hoy desde aquí, hacía falta verme en este espejo.
Nos vemos.

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